Salió un día un perro de caza junto a su dueño por un bosque
cercano, encontrando un tiempo después a una liebre que estaba
disfrutando tranquilamente de unas nutritivas hierbas, escondida detrás
de unos matorrales. Aunque está intentó escaparse a la carrera, el perro
le dio en muy poco tiempo caza, comenzando ponerle sus dientes
alrededor del cuello un rato y al siguiente lamer toda la cara de la
liebre con una enorme ternura.
Así pasaron largas horas, hasta que la liebre harta de soportar los constantes cambios de humor de su captor, le dijo muy enfadada:
- "¡Acaba ya con este juego que llevas horas practicando conmigo! Si me quieres convertir en tu cena muérdeme de una vez por todas, pero si no está en tu ánimo hacerlo, bésame para dejarme libre, pero no me sigas torturando de esta manera tan cruel. Necesito saber de una vez por todas qué es lo que eres exactamente, para intentar luchar por mi vida por última vez o permitir que me sigas lamiendo tan amorosamente".
Así pasaron largas horas, hasta que la liebre harta de soportar los constantes cambios de humor de su captor, le dijo muy enfadada:
- "¡Acaba ya con este juego que llevas horas practicando conmigo! Si me quieres convertir en tu cena muérdeme de una vez por todas, pero si no está en tu ánimo hacerlo, bésame para dejarme libre, pero no me sigas torturando de esta manera tan cruel. Necesito saber de una vez por todas qué es lo que eres exactamente, para intentar luchar por mi vida por última vez o permitir que me sigas lamiendo tan amorosamente".